Me acuerdo perfectamente de las primeras palabras que me dirigió María el día que la conocí
¿Buscas a Luis?
No es que me acuerde de que me preguntó si buscaba a su hijo para algo, no fue ‘necesitas hablar con Luis”, “estás buscando a Luis”, “vienes por Luis”.
Yo podría recordar el contexto y que las palabras hubieran sido otras. No, no, me acuerdo literal.
Las primeras palabras que le oí decir a María Horrach la primera vez que la conocí fueron Buscas a Luis. Photo: Red Bull KTM Ajo
No sé que temporada era, pero era antes de 2013, en un circuito europeo, no era el día de la carrera y hacía sol.
Yo buscaba a Luis con prisas para hacerle una entrevista de televisión de esas rapiditas, de cómo ha ido la sesión, que seguramente necesitaba para la tele balear, y si había quedado de los primeros, entonces también para la web de MotoGP.
O sea, dos idiomas, primero en el suyo y luego el “now in English”. O sea, más larga. Más tiempo – que yo empezaba a no tener. Oía a las MotoGP saliendo a pista y a mí se me acumulaba el trabajo con Moto3 sin terminar.
Buscaba a Luis. Y no lo encontraba por ningún lado. Ni box, ni camión del equipo, ni donde fuera que iba su equipo de entonces a comer.
Hasta que uno de los cámaras que trabajaba conmigo – quizás Edvin Apellian– me dijo que lo buscara en el hospitality de Red Bull, donde a mí, periodista a la que a veces le cuesta caer en que dos más dos son cuatro, no se me había ocurrido mirar.
La relación de Luis con la marca de bebidas energéticas que lo patrocinaba venía de largo, desde la primera victoria en las Red Bull Rookies Cup en 2007, desde quedar segundo en 2008 en ese campeonato-plataforma que a él sí le dio alas.
Mi compañero estuvo acertado con lo de prueba donde Red Bull. Pero entonces hube de sumar el tardar en llegar. Acostumbrada a no ir, no tenía ni idea de a qué altura del paddock paraba lo de donde Red Bull.
Esa tarde la que iba con vuelta perdida era yo. Doblada total.
Y recuerdo que cuando (¡por fin!) llegué no tuve ni que entrar. Photo: Gold & Goose
Buscas a Luis
Lo oí antes de darme cuenta de quién me hablaba. Una mujer, muy morena, muy guapa.
Yo aún no había abierto ni la boca ni la puerta del hospitality, pero María, que me habría visto desde la ventana, o la terraza, ya estaba fuera, con el móvil en la mano, Luis ven que te necesitan.
Yo aún no la conocía y ella ya me estaba ayudando.
Y desde aquel momento, así fueron los dos siempre. Conmigo como con todos. Lo que necesites, cuando lo necesites.
María y Luis vivían su aventura por el Mundial con pasión y profesionalidad a rabiar y a partes iguales.
Tenían clarísimo que convivíamos en un microcosmos donde cada uno interpretaba un papel distinto pero donde todos los trabajos merecían respeto, y que para todo había momento y lugar.
A Facebook podemos reprocharle mucho, pero con lo de los reencuentros a veces es pura magia.
Nos habíamos perdido la pista, pero con eso de que una amiga de tu amiga ha comentado en la foto de tu amiga hace poco nos reencontramos.
Me dice que una de las cosas que más la reconforta es la sensación de que todos tuvimos siempre mucho respeto por ellos.
María, mi amor, recoges lo que siembras.
Si le preguntas por mi, María se acuerda de otro momento, ya en 2013.
Empiezo por el final.
Alex (Rins) y Maverick son ambos increíbles, dignos merecedores de las oportunidades que les está dando MotoGP y de tantas otras victorias que estoy convencida les llegarán. Pero ese año yo quería que el Mundial lo ganase Luis.
Por cosas del trabajo me había pasado casi todo el 2013 (y luego 2014, pero esa es otra historia, la de Jack Miller) metida en el box de Red Bull KTM.
Cuando no era la tele balear, era la finlandesa pidiendo a Aki Ajo. Y cuando no, eran reportajes para la web, o para el programa de televisión que producía el equipo de Dorna.
Tejíamos una historia episodio a episodio, con entrevistas, más entrevistas seguimientos y ese ir hilvanando y guardando planos para documentales o programas especiales que se pone en marcha cuando empezamos a intuir que alguien puede llevarse la corona a casa.
Estas cosas para hacerlas bien hay que empezarlas pronto.
Los documentales son realidad, y la realidad no la puedes fotografiar a toro pasado.
En casa Ajo el equipo de Red Bull KTM, Aki, Pol y todo el entorno de Salom nos pusieron todo más que fácil, en bandeja.
Fue un privilegio trabajar así y vivir esa temporada casi casi casi cual mosca en la pared del box.
Recuerdos, muchos. Luis de vuelta en el box, a puerta cerrada, persiana echada y con el pie roto.
Aki bromeaba conmigo los domingos por la mañana.
“No me gusta verte en el box al final de la carrera”, me decía.
Donde esperaba vernos era en el Parc Ferme. Ahí, en una esquinita, no en primera fila y sin intentar molestar a los compañeros del directo, era donde me encontraba con Aki para lo mío con la tele finlandesa si alguno de los suyos había hecho podio.
Si no, tenía que buscarlo en el box.
Pero hasta esos días en los que no hubo qué celebrar nos lo pusieron todo fácil, sin caras largas, sin largas esperas.
Por eso yo quería que ese mundial lo ganaran Red Bull KTM y Salom – lo quería para Luis tanto como lo quería para Aki, para María, para Pol.
Por lo mismo por lo que iba a tope con Julito Simón, con Majo Botella y con todo el equipo Aspar en 2009.
Por lo mismo por lo que desde 2010 no me importa lo que digan Jorge Lorenzo o Héctor Martin o Marco Hirsch – o lo que se digan o no entre ellos.
Yo los tengo juntitos, bien juntitos los tres, en mi altar particular a los buenos recuerdos. Me ganaron haciendo Jorge (Dorna TV, 2010) porque trabajar como nos dejaron trabajar ellos, esa temporada, desde dentro de la vorágine es un placer. Y esas cosas no se olvidan.
Aguantaron con ganas tenernos hasta en la sopa, como los Aspar en 2009, como luego el entorno de Salom.
Pero volviendo a Valencia 2013, Maverick, Luis y Alex salieron a pista a jugarse el mundial, los tres con tantas posibilidades como ganas.
Y los tres mereciéndoselo a partes iguales diga lo que diga yo.
El resto es historia, una historia a la hoy me toca añadir que cuando volvió Salom al box había lagrimas, sí. Las de su madre, sí. Y las mías.
Una anécdota de la que María se acordó la ultima vez que hablamos por teléfono. “Acababa de perder el mundial y lo primero que tuvo que hacer fue consolarnos él a nosotras”.
No es de extrañar que María no recuerde que en 2014 aún andaba yo por los circuitos entrevistando a su hijo. Y no porque no supiera dónde buscarlo. Encontrarlo, sí, lo encontraba …perdido en un box, el de Sito Pons, en el que nunca llegó a encajar. No es de extrañar que no lo recuerde.
La memoria es selectiva. A veces con razón; otras sin corazón.
La tarde del 3 de Junio de 2016, a la hora a la que se confirma la tragedia yo estaba saliendo de la estación de metro de Upton Park en medio de la Green Street de Londres, una calle que más que Londres parece un bazar en Bangladesh o el Chinatown de Kuala Lumpur.
Iba camino a la casa de Urmila, una señora encantadora que era de Kenya o de India depende del día que se lo preguntaras, que estaba perdiendo la vista y a la que ayudaba como voluntaria.
Era una tarde de principios de verano inglés; gris, húmeda y pegajosa y llovía y hacía frio y calor todo a la vez.
Mentalmente, estaba a las antípodas del paddock de MotoGP.
Y además, quería, como tantos otros viernes, olvidar que había Gran Premio si era un Gran Premio en el que yo no estaba.
Ese 3 de junio yo ya venía con ganas de nada cuando leí la noticia.
Recuerdo quedarme quieta, muy quieta, en medio del bullicio de Green Street, en medio de la lluvia.
Paralizada.
Seguramente me empujaron y me maldijeron. Hay que conocer Green Street para saber lo que es intentar hacer tapón ahí donde me quedé yo clavada.
Inmóvil y en shock.
Y lo próximo que recuerdo es querer llorar y no poder, querer recordar y no poder.
Bloqueada sin entender de donde venía ese autocastigo mental de que como yo ya no estaba ahí, a ese luto no le tenía derecho, no me tocaba.
Buscaba recuerdos que me ayudaran a llorar y mi memoria me los tapaba.
Buscaba a Luis, en el recuerdo.
Buscaba a Luis.
Y no lo encontraba.
2020.
Han pasado cuatro años y las redes sociales me han vuelto a unir a María.
Y desde que empezamos a hablar, y a escribirnos, han vuelto los recuerdos.
De tantos momentos. Del paddock. Con ellos, con otros.
Han vuelto tantos, tantos recuerdos.
De Luis.
Y hasta del primer día que María y yo nos conocimos.
De cómo empezó todo, que es como he empezado esta carta.
Buscas a Luis, me dijo.
Gracias a ti, María, lo he vuelto a encontrar.
Y mientras tus recuerdos lo mantengan vivo, ya no se nos escapa.
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